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Porqué la pintura simbolista es importante si te gusta pintar

Pintura simbolista, arte y vida interior

Si eres de las personas que muestran sus emociones internas a través de la pintura puede que, aún sin saberlo, estés manifestando un estilo que tuvo su origen a finales del siglo XIX. Estamos hablando del simbolismo, un movimiento pictórico en el que los artistas de la época reaccionan a las tendencias realistas de la pintura de la época.

En este post te vamos a explicar cómo nació, qué es, sus máximos exponentes y, cómo aún en nuestros días, esta forma de entender las bellas artes sigue estando viva en aquellos para los que pintar significa representar a través de sus obras su propio mundo interior.

¿Qué es el simbolismo?

Aunque este movimiento surgió a finales del siglo XIX como un concepto literario, muy pronto fue extendiéndose a otras disciplinas artísticas como la pintura y la escultura.

A principios del siglo XX este movimiento pictórico coexiste con otras tendencias artísticas como el naturalismo, el realismo o el impresionismo, pero pronto fue adoptado por una generación de artistas que rechazaron el arte como medio en los que se representaba el mundo de forma realista. En esta nueva forma de expresión visual no existe un estilo único ya que cada artista representa en sus obras su propia individualidad y visión del mundo. No obstante, si existe un denominador común por temas tan abstractos como la espiritualidad, la fantasía y lo onírico. De igual forma, se produce una creciente fascinación por lo malvado y perverso.

Características de la pintura simbolista

Si bien en un principio los pintores simbolistas expresaron el misterio y misticismo que caracteriza a este movimiento a través de las formas lineales y la ornamentación, no existe un criterio definido y cada autor usa su propio idioma pictórico para conectar el mundo sensible con el espiritual. Con la llegada de la segunda generación de pintores simbolistas se hacen importantes aportaciones a este movimiento cultural y se introducen nuevos elementos, entre los que hay que destacar: la trilogía belleza, amor y muerte de Gustave Moreau, los inmóviles colores planos y luz clara de Puvis de Chavannes y el surrealismo estético de Odilon Redon.

Al mismo tiempo, en la colonia de Pont-Aven, artistas como Gauguin y Emile Bernard, utilizan superficies y materiales de todo tipo (vidrio, madera, cartón, óleo, pintura, cola, acuarela…) para realizar encargos que van más allá de lo meramente pictórico, utilizando la temática simbolista en murales, decorados teatrales, libros… En estos encargos, las imágenes incorpóreas pertenecientes al mundo de los sueños, las mujeres masculinizadas, flores y animales de fábulas y lugares solitarios, dan lugar a composiciones fantasiosas, sobrenaturales, emotivas pero, sobre todo, muy subjetivas. Con ellas se pretende transmitir una idea que el espectador debe descubrir.

En su última etapa, el movimiento simbolista se caracteriza por el uso de colores fuertes, pasteles, difuminados… pero todos ellos encauzados a representar un sentido puramente onírico en temáticas tan variadas como la religión, la fantasía, las emociones e, incluso, la irracionalidad. Durante esta etapa se busca la equivalencia entre los símbolos y las ideas y entre los sueños y la vida.